martes, 8 de febrero de 2011

Lobo en el pueblo

Amor de lobo salvaje y triste,
tú que eres el rey del fuego nocturno
te interrogo,
dónde está el sol que salve de este monte oscuro 
en que se ha convertido el pueblo
acaso en el momento tembloroso y frágil en que el jazmín
se hace carne al ritmo de la tarde con su olor;

quizá colgado del árbol
que se lleva dentro por esqueleto
o en las consignas que escribe la muerte
con el pulso del amor, hace tiempo
las distancias que camino son repeticiones de tu cuerpo
que como un espejo recorta el mundo alrededor.

Amor, estas distancias escritas son mapas perdidos
hace tiempo, que tus trazos de mariposa rosada
no me convidan con un barrilete para mi niño;
supe cantar a lo grillo
y reír con un galope de potrillo.

Amor, en el pueblo la soledad adorna con bancos la plaza
y a los pies de la fuente el agua se ha vuelto dura
en tu ausencia
y a los pájaros les brotan escamas en lugar de plumas.
Has convertido a las flores en una tonta mueca de la naturaleza.

Ayer, Jesucristo ha bajado de la cruz
buscando abrigo en tu pollera
que como un fantasma de enero
se ha quedado en mi mirada.
Ahora la memoria con sus clavos
golpea en mi madera mas dura
y en las calles los perros ladran
a Dios que ahí viene el muerto,
que cierre el cielo y encienda el infierno.

Se me reconoce a lo lejos por el brillo de los huesos,
tengo el color metálico de la luna
y el nombre de una mujer me inflama el pecho
y arrebata los cabellos.
Levanten las armas y suelten los perros
que un hombre como un lobo anda suelto por el pueblo.



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