lunes, 21 de agosto de 2017

Tu cuerpo es una mujer loca, un delfín dentro de una copa, 
un torrente de elefantes en celo hacia mi boca,
mil lobos al galope bajo una luna roja... 
eso es lo que tu cuerpo es cuando en tu boca soy 

un árbol estallando en cerezas y debajo, 
la preciosa fealdad de los sapos fornicando entre cometas,
un templo de plumas en el nido de tu oleaje,
un ángel de azúcar enredado en naranjales, 

tu cuerpo es mi cuerpo extraviado entre relojes 
un león agazapado en el follaje, en tanto yo, 
viril y triunfal como una teta afiebrada 
disperso por siempre en el viento incendiado de cenizas 

agazapado en el secreto de la semilla soñando con ser flor solitaria en Júpiter 
sincero y rebelde como un hombre que llora 
erguida como la verdad de la sangre y la indestructible infancia ante la guerra 
invencible como el grito de un bebé ante el rostro de una bomba

siempre más triste que un niño que asiste a la muerte de sus primeros zapatos 

aunque feliz por inconciente de la tierra nueva que se avecina en boca de otros pies
más gloriosa que una niña en la falda de su padre el día de su cumpleaños
encendido en la noche como el ojo de un dragón 


herido por el destino de las mariposas
humillada y rota como solo yo se fingir en madrugada 
qué puedo decir de tu cuerpo que es una boca sedienta de cielo y de pasto, 
si antes de tu llegada yo vivía más muerto que una oficina en Navidad 

dado a la tara y tarea burocrática de faltarle el respeto a la primavera soledad tras soledad
hasta que una tarde no sé con qué pretexto animal 

cómo cuerno de vaca ni lengua de toro 
fuiste luna de mi lobo y agua para mi elefante 

y el amor se convirtió en ese taller de abejas donde reparar los caballos de la noche.

Solo me atrevo a sentir que si de pronto me faltaras en este universo 
embarazado de rosas y de fantasmas 
digo que si definitivamente se te ocurriera saltar de mi mano 
descocerte de mi sombra o bajarte de mi árbol para abandonar mis zapatos

si dejáramos de aullar y de trotar uno dentro del otro entonces
la noche no sería más que una pedrada de peces 
quemando en la lengua sin el mar de tu espalda 
un horizonte sin ojos un cigarrillo bajo la lluvia

la noche sería un amanecer apuñalado en cualquier esquina 
desangrándose en pájaros y sábanas sin nadie que lo auxilie 
una campana sin iglesia ni domingos de madera 
un santo sin promesas, sin pan, la noche ¿cómo explicar?

La noche sería inexplicablemente dura 
tan dura como el olvido y mas negra que el llanto de las perlas y de las viudas 
la oscuridad sería más implacable que las agujas de la luna en los hospitales
mas húmeda que un perro en un funeral

sería una botella de vino sin un amigo para leer o un libro para conversar
un océano de dolor sin brújulas ni palabras 
la noche no sería más que el estallido fatal de tu cuerpo en estrellas
la noche no sería más.

viernes, 11 de agosto de 2017




Es sabido existen las calles de la sed, más allá de la sal de tu cuerpo galopando en madrugada. En la más sangrienta de esas callejuelas desoladas, en el tumultuoso silencio del anochecer habita el pozo de tu boca y en su orilla, conmovidos e insomnes se arrodillan los camellos. Hablo de un futuro de polvo y arena, de Aladino desintegrado por el estampido de una enfermedad de metal. Se trata de casas y mesas a la hora de la cena, de historias de amor entre hombres y mujeres que desaparecen. De los campos de amapolas en Afganistán para la heroína de Inglaterra, del áspero territorio de tu vientre por no mencionar a Siria... mejor hablemos de otra cosa. De tu sexo de mariposa en la entrepiernas de una primavera de uvas. Del buen vino español. De que siento mi amor encerrado en una piedra. Mi amor es un ciclón encerrado en una piedra. Un bebé que no encuentra palabras... hablemos mejor de las rosas. / Y no del salario que desaparece a la semana, ni si nos casamos con los chinos o nos enamoramos de los americanos para resolver la pobreza Full Contact. De los pseudosentimentales oportunistas publicando revoluciones de ideas que no defenderían, escribiendo recetas por internet sentados sobre su perra cara, o de los gritos pelados como cebollas que nos guardamos en el bolsillo bajo la luna ensangrentada de un no tan lejano medio oriente/ Si de nada sirve pensar en niños arrastrándose sin piernas hasta escuelas de ceniza con solo salir a dar una vuelta, comprar el periódico y doblar la esquina del mundo, o de jovencitas escondiéndose de soldados demenciados hasta los testículos por la firma del negrito bueno de Obama que tanta paz repartió por el mundo. Qué diría Jhon Lennon y Luther King si respiraran? De su puño oscuro son las garras y las guerras sobre Siria y el Líbano. Acaso se te olvida. O es que nadie es capaz de sentir lo que no sufre. Y antes de partir hizo un último intento por penetrar culturalmente a Cuba sin condón.Y tú y yo mordimos la zanahoria que nos puso en la cara sin que nos importara el garrote a Venezuela.
Y es que es tan lindo ser conejo. /

Sé que te arruga la nariz que yo escriba esto, pero nadie te obliga al espionaje. Sobran agazapados. Y frente a un amor ciego no inclino ante sus ojos. Me niego a distraerme para no pensar. Distraerse para no pensar equivale a matarse para no morir. Antes, me atrevo a escribir: además de un mar encerrado en una piedra mi amor es un tornado dentro de un árbol, un árbol dentro de un pájaro. Y tu cuerpo es una pluma caída del cielo que escribe sobre la tierra hoy, que es toda la vida, es más fácil desnudarse que soñar con un futuro. El futuro es de pólvora, de escasez de agua para nuestros hijos y nuestras semillas, de topadoras y de monos arrancándose los pelos en el Amazonas. 12 hectáreas desaparecen por minuto. El amor no es el futuro porque el amor es un árbol, el amor pasó de moda, y este verso como nosotros ya no existe. /
Viviremos de seguro en lo próximo o lejano. El horizonte siempre fue el poema, invisible uno lejos del otro. Y es que detrás de estas palabras en esqueleto habrá eternamente una luna roja desojándose sobre el desierto, quizá seas feliz, y creas que el amor es amarillo. Pero el amor es un país sediento de memoria. Y el amor se conmueve hasta las fronteras cuando un rio se revuelca bajo sus raíces peinando el fuego. Porque el amor es mi hermano que te conté. Tiene una selva de loros fornicadores en su enorme cabeza, y padece en el tronco del corazón los golpes de hacha en las piernas de los pájaros refugiados ahora en el almanido de su guitarra. /
Quizá seas feliz. O al menos eso se ve en las computadoras. Y creas que el amor es un príncipe que se salva solo. Pero mañana crecerá y será Rey y te gritará en público delante de todos “pero por qué no te callas?”, y creas que mañana inventarán una pantalla conque plancharnos las arrugas del tiempo… pero tampoco. / Crecimos sin darnos cuenta de que no hay nada más fácil que quitarse la ropa. Pero el cuero es otra costilla. O a lo mejor el tiempo no pasó, y vendrá desde atrás y nos despeinará en este psiquiátrico inundado de potenciales cocainómanos que es el facebook. / Yo tenía miedo al paso del tiempo hasta que te conocí... Y ahora que te conozco tengo pánico a ti. A nuestras tontas masacres mientras otros padecen verdaderas torturas. Si hasta la felicidad se ha vuelto por aquí un complejo. / O a lo mejor el tiempo no pasó. Como el deseo de quienes se le caen las babas porque Cuba sea devuelta a los Estadios Unidos. Pero eso ya ocurrió, y dejaron un 38 % de mortalidad maternoinfantil en tanto ahora es del 4. Un número tan enano como nuestro salario y el destino pequeño y verde que me ofreces entre las manos. Que en nada se parece al verde de las manos de cuatro dedos de Roque Dalton después de cortados por cojonudo poeta descarriado. Acaso se debe regalar la infancia para que la vuelvan a destrozar como un juguete, o convertirla en un consolador para la cartera de la dama y el caballero. Quizá seas feliz, como una virgen detrás de tus puertas, mármol adentro. Pero a un diablo no lo engañas. Encerrada en la pelota memoriosa sobre el césped fosforescente con papá y mamá, tan potentes como bombas que salpican el paisaje aunque cerremos los ojos, ya los símbolos han escrito su ley, y también los crucigramas. /

Hoy desperté, y de entre las pestañas me saqué un brazo. Era un brazo pequeño, como de muñeco. Amanecí solo y no estabas conmigo para desayunarlo juntos. Untar el pan para nuestros adentros y decir callados que suerte, no les tocó a nuestros niños. Por aquí las palabras y la mantequilla y por allá el dulce de las emociones. Por aquí la belleza y por allá la grandeza. / Y nos conmovimos si, lógico. Como si eso fuera suficiente. (Al menos para nosotros los derrotados está de moda doler, ni qué hablar de la nostalgia). En mi caso, para una sola cosa quisiera volver el tiempo atrás. Al instante eterno en que te vi pero no te conocía, y al momento en que Bush y Obama firmaron las invasiones. Para abrazar con piernas y brazos el bolígrafo y detener el decreto contra Venezuela por su millón y medio de viviendas. Es ya evidentemente posible levantar otro mundo desde abajo de la tierra. Porque digo petróleo y digo patria, y porque quien hoy tiene petróleo en su patria sabe bien lo que es parir. /Y dicen que el bolígrafo era una zanahoria. La que después Obama le puso a Cuba en la cara... y garrote para Venezuela. Y fue a lo de Pánfilo y mucha gente se rió. Porque calló lo que pensaba, pues eso también está de moda. Como la piel de la noche el color del pozo empetrolado de tus ojos, en el fondo a mí, no me engañas con pantallas. Yo te conozco. Gimiendo detrás de la sonrisa como un cielo por el parto del arcoíris. Y tú y yo sabemos, el futuro ya pasó y el pasado no existe. Perdón, alverre y al revés, el pasado ya pasó y el futuro no existe. /Y tú te empeñas en arrancarle los brazos a la ternura con manos de celular, juguemos al amor que el hoy es un tiempo indetenible. Como aquella vez en el teatro al borde del mar después del cine en que solo vos y yo sabemos. De orgasmos apurados en perdidas escaleras de ceniza. De desapariciones. Como mujeres violadas una y otra vez hasta la muerte en olvidados campos clandestinos. /Y vos y yo pastando en el paraíso de la estupidez, rumiando viejas semillas. Leyéndonos los ombligos sin comprender el nacimiento… pero qué va, mejor volvamos a la tibia y cómoda primavera entre tus piernas que ya mis camellos se inclinan frente al pozo de otra boca. Una boca que por mero capricho del destino no nació en Siria o en Libia. Porque si hubieras nacido allí en lugar de desear que Obama venga hubiéramos rezado porque se vaya. De todas formas, algo es seguro. Y es que yo hubiera cruzado púas y alambres para llegar a la frontera de Alemania o España solo para darte un poema escrito en el cuero de un bebé antes de subirlo a una barcaza sin destino, digamos desarraigo. Acaso puedes soñarlo? Besándonos las manos y los ojos bajo la luna polvorienta de una frontera en Marruecos? Mejor quedémonos aquí sentados. Yo en mi silencio y tú en tu belleza contando los Me gusta, haciéndome caricias con guantes de boxeo. Y es que todo venía bien hasta que leíste esta idea llamada sentimiento que es un modo más poético de decir ideología. Ideología: Acertada conciencia. Perro feliz con plumas en los huesos que huye despavorido del posmodernismo con sus motores. También bebé foca extraviado en un papel en blanco hasta que viene el ser humano y le destroza el cráneo de un dulce garrotazo / Y hablando de zanahorias (pero no de nuestras caricias con pata de conejo en madrugada hasta que se nos gastaron las cuevas), para qué, me pregunto ahora, leímos tantos poemas desnudos de Luis Rogelio Nogueras en el precipicio de las lágrimas? Su cabeza no se escondía entre dos piernas para gritar hacia adentro palabras al útero con los labios en el cuello. O sí, pero no solo eso. Él siempre dijo la infancia es política solo que no habla. Y la ternura es ideológica se define en la lucha. Pero tú y yo nos jodimos porque donde decía lucha leímos ducha. Y a tu cuerpo se le mojó la pólvora y ya no es una granada arrojada a la noche para estallar como una estrella. Y tu espalda ya no será caballo de nuestra guerra cotidiana/
Ayer vi un loco escribiendo a mano desnuda en la pizarra del cielo, con sangre de bebé foca: Sobran hombres y mujeres bonitas, se buscan personas. Y es que de verdad no existe nada más peligroso que un loco que escribe frente a una pared que es esta hoja en blanco. Tan blanco como el alma de la mamá del bebé foca quien suscribe: una sola cosa me enseñó el amor en boca de mis padres: es preferible pasar por loco a vivir agazapado. Desvergüenza y pasión, son dos alas de un mismo cañón hechos con carne de bembé. /
Acaso puedas negarlo para tu paz, que se come las uñas en los rincones hasta perder los pellejos junto con las caricias. Pero los espejos son así de mentirosos y sangrientos. Zanahoria para mi Cuba, y garrote en mi Venezuela. / Pero no nos vayamos por los huesos, por el polvo bajo la luna. Que si Roque y Luis vivieran estarían de nuestro lado. Debatiendo con las lombrices sobre el gusto de la tierra. Y no me refiero a este lado de la tierra donde hablan las flores hasta por las venas, los socialistas y humanistas de verdad, aquellos que vivimos al costado del verbo, somos felices también con las raíces pero sobre todo hasta las raíces. Jamás aprenderemos a callarnos el sol que nos entra por la cabeza y somos tan pero tan descarados, que eyaculamos en público la leche de mamá en la espalda de la luna o en la garganta de una fruta, somos capaces de engendrar perlas masturbándonos con caracoles. / Y tenemos nuestro Silvio, inmortal y planetario después de mil canciones. La política y el amor son coherentes en su estrategia. Los fríos pacifistas hablarán en cambio de buenos y de malos. / Ya acabo.
Y ahora que la cerveza está incomprable e incomparablemente más fría que nuestras almas en las tiendas del Di tú, dime algo, es tan azul el mar en madrugada? Voy pa ti, nunca lo olvides: Mi corazón es una isla de columnas que se pierden en el cielo como piernas de mujer, y guardo aún bajo los párpados de mis orejas el grito del horizonte. / Lamentablemente soy un americano de cara al sol con la memoria de un Perú, bajo una nueva luna ensangrentada, bajo la arena y el polvo de Siria, te observo niña en los campos de amapola, descuartizada y hermosa. Triste heroína del ayer.

domingo, 6 de agosto de 2017

Un mar en el ascensor

Lo habría evitado con demorarme un minuto más en la biblioteca, uno de los pocos lugares de la ciudad donde se puede encontrar frescura y soledad. Pero ahora yo estaba ahí, a la espera del transporte cuando la mujer me clavó los ojos unos metros antes de llegar. Venía con el hombre de la mano, arrastrándolo como a un chico.

Disculpe, me tengo que ir al trabajo, es mi papá y es ciego, tiene que subirse al colectivo Sur 13 ¿usted me haría el favor de subirlo? Gracias, acá está el bastón.

Sin darme tiempo a reaccionar, la mujer se perdió entre la multitud. Miré al hombre encorvado, de gafas oscuras, peinado con fijador. Llevaba puesto un sobretodo negro hasta los pies y un rosario al cuello.

–Para esto uno trae hijos al mundo– murmuró con el rostro hacia el piso. –Mi nombre es Sebastián, soy escritor.
–César, mucho gusto. ¿A dónde va?

El ciego no contestó. Además de ciego parecía sordo.

–¿Me permite contarle una historia en lo que se demora el transporte? Sin prólogos– dijo.
–Lo escucho– respondí sin despegar la vista de la esquina, por donde debía asomarse el autobús de un momento a otro.
–Mire, la historia es así. Yo oía a mi vecina cantar por las mañanas y gemir por las noches. Cuando su esposo se iba ella empezaba a cantar y cuando llegaba, comenzaba a gemir. Yo vivo solo en el piso ocho hace treinta años, y nunca tuve tantas ganas de saber a quién pertenecían esos gritos. La voz es el contorno de las personas, forma parte de sus orillas. He evitado asociaciones por temor a caer en la falsedad. Usted sabrá, de conjeturas están hechos los sueños y de esperanzas el futuro.
Por el sonido de sus tacos en los azulejos del baño yo interpretaba el momento en que se sentaba en la taza del inodoro, imagínese que soy capaz de escuchar la rotación del eje donde se coloca el papel sanitario. Entonces yo le hacía el café mientras ella terminaba sus cosas en el baño pero a veces se demoraba, la leche se enfriaba y yo terminaba desayunando solo. Incluso eso soportaba, desayunar solo.

No entiendo– lo interrumpí–. ¿Desayunaban juntos?
–No, no. Yo armaba toda esa escena, era como un juego para mí, eso de teatralizar el desayuno. Después yo salía al pasillo, subía la escalera hasta el último piso y me encerraba en el ascensor. Y me quedaba ahí, a la espera de que ella saliera de su casa y presionara el botón del elevador. Se demoraba unos minutos, pero una vez juntos, yo empezaba a respirar lo ocurrido debajo de su pollera, su olor a marisco bordado de algas y vegetales. Algunos vecinos se fastidiaban porque subían y yo estaba ahí, cuadruplicado frente al espejo. Pero los más simpáticos me saludaban, ¿cómo anda el cieguito paseador? Ya puede ir trayendo la camita, bromeaban.
Ella subía al elevador en el piso nueve, pero era entre el seis y el siete que se levantaba una lluvia de escamas.

–¡No bromee! – lo interrumpí otra vez.
–Por mi madre– dijo el ciego llevándose a la boca el rosario que tenía colgado–. Imaginaba los peces entre sus piernas, atrapados en su red de tela blanca. Incluso ahora mientras se lo cuento, crece dentro mío una ola de ansiedad. ¿Me sigue?

–Por supuesto– respondí ansioso mientras encendía un cigarrillo.

Pasarla a buscar en el ascensor significaba salir a pasear en un baquiestafo, nuestra nave espacial marina que nos saca del mundo que nos rodea. Al principio, los gemidos eran la brújula hacia los mares del insomnio y yo escribía sin problemas. Usted sabe que los escritores somos vampiros y chupamos palabras de la noche. Su marido es un marinero jubilado y raras veces se ausentaba de la casa, salvo por las noches cuando bajaba para tirar la basura. Yo he llegado incluso, a revisarles la bolsa de basura. Perdí la vista de niño, pero guardo las voces que acompañaron mis primeras imágenes. Con ese material no es necesario más, el resto es intuición de la realidad que yo convierto en fantasía. Para un ciego, todas las mujeres son hermosas porque… bueno, porque las mujeres siempre son lo que deben ser. Pero ella convirtió mi casa en una isla desierta, y llegó un momento en que necesité verla, descifrarla con los dedos. Entré un sábado por la noche a su casa. No había parado de cantar en toda la tarde. Su voz tenía el brillo de las mujeres cuando se alejan de los hombres. De hecho, su marido se encontraba de viaje. Decidí no llevar el bastón porque todos los departamentos son iguales, y creí que podría orientarme con facilidad.
Más silencioso que una sombra atravesé el comedor y entré en la sala, pero hice unos pasos y caí dentro de una piscina. Dentro del agua, sentí su mano y luego en mis labios, sus labios. La abracé debajo de la cintura, a la altura de las nalgas, y comprobé lo que sospechaba. Su cuerpo, en lugar de piernas, continuaba en una resbaladiza cola larga. Estuvo dándome aire boca a boca hasta que se aburrió, así son las sirenas. Luego me sacó a la superficie. Ella y su marido decidieron mudarse a los dos días.


El ciego detuvo el relato.

–Usted sabrá disculparme, ¿me haría el favor de preguntarle a la señora que tiene al lado si este colectivo es el que espero?

En efecto, un autobús se había detenido delante de nosotros y a mí, que veía, se me había pasado. Estiró el bastón para tantear el transporte. Observé el cartel, era el Sur 13. Su intuición volvía evidente lo real. Pensé en mentirle para escuchar más. ¿Qué había sido de aquella mujer?, pero temí ser descubierto en mis intenciones. Lo ayudé a subir y me quedé parado ahí, los hombres siempre reaccionamos tarde, y al ver que el autobús se alejaba, corrí detrás.