jueves, 3 de enero de 2013

Marita




Tapar tu cuerpo de papeles y procedimientos durante diez meses Marita, cuando la respuesta estaba premeditada, minuciosamente deliberada, no nos salvará del hueco de sal en que vertimos el silencio acostumbrado a prostituir nuestro amor por la justicia. 
De aquí la noche, la noche de navidad que se nos viene y el año nuevo que nos espera, será la infinita noche de miles de mujeres en cuartos oscuros incluso durante el día. Allí despertarás Marita, una y otra vez en las mujeres hermanadas por el dolor intransferible y el espanto violento que incluso con una sonrisa salen a ganarse la vida ya no en los clasificados, sino en las colecciones de casas y bares que todos sabemos funcionan en la ciudad como extractores de semen y violencia capilarmente organizada por un sistema económico que viste la pobreza con hermosos vestiditos. 
Porque el consumo nos ha despellejado la ternura y tu cuerpo, es el precio del mundo feliz en que vivimos al interior de la tele, circunstancialmente al pasar por un kiosco y en las tiendas donde se agazapa la domesticación de que tu muerte, como el dolor invisible de la vida de tantos, nos resulta ajena. 
Desaparecida como estás Marita, eres el rostro de las mujeres vivas que esperan a que millones de adolescentes pierdan su virginidad en un cavaré. Incluso la síntesis del culto enfermoinfantil a la virginidad y el modismo genérico en que se ha educado por igual a hombres y mujeres, de estigmatizar a las mujeres cuando intentan ejercer la libertad de los hombres para que en lo sucesivo, la palabra puta se instale en lo cotidiano, aprenda a caminar en la palabra, y se silencie hacia la práctica de someter a la mujer sin que la sociedad apenas pueda percibirlo. 
La educación en la violencia, siempre, históricamente, fue más delicada y sutil que la enseñanza en el amor. Este y no otro, es el motivo y la raíz de cualquier injusticia, porque cuando realmente algo duele, se lucha por ello, por ella. Por Marita.