martes, 20 de diciembre de 2011

Pequeño paraguas


Cada vez que te veo volver
desato una nube
construyo un barco de papel
froto mis manos
descuelgo el paraguas.

Los ojos grises del cielo anticipan
que la lluvia salada desembocará
en tu boca de tormenta.
Desde hace tiempo no ríe
tu corazón nublado, y buscas un paraguas

donde limpiar tu cuero de barro,
sentimientos hambrientos de basura
desparramada por este perro.
Y llueves para curarte
pero ya tu tierra está herida.

Entonces te acercas, harta de lluvia
hasta este cuerpo desierto, sin llanto
a humedecer de recuerdos las flores de nuestro patio.
Pero bajo mi paraguas ya no hay lugar para dos lluvias.






lunes, 12 de diciembre de 2011

Libertaria


(Este texto está siendo publicado con suma verguenza, no convence por ningún lado, lo corregiría incansablemente, pero tiene diez años y es una forma de hacerse cargo y asumirse, en honor a "El Principito", si uno aprecia la memoria y no reniega de quién fue. Tiene además adentro ese "maldito gusanito" que pudre tantas veces los textos y se llama "memiyo". Muchos me, muchos mi, muchos yo. Ni qué decir de las horrendas súplicas del final).


- Hoy para mi suerte la noche te presenta. A pasado tan ancho y largo tiempo que no recuerdo cuando fue la última vez en que te libraste del cansancio de esperarme. Hay una ventanita que se descubre cada vez que amaneces; una mano que acaricia las cuerdas y entonces me escucho.
- Aquella remota vez que descendí hacia vos mi cuerpo sacudiste tus represiones, y entre el refriegue inmaduro de tu cuerpo y el latido infantil de tu corazón cantaste tus verdades.
- La impotencia cautiva se libera con el aclarar de tu presencia. Mis secretos se revelan frente a tu retórico cuerpo que se manifiesta como atractiva pregunta. Callo ante la gente donde la soledad se presenta como fatalidad en mi destino. Sobrevivo a ellos y a su artificio de mentiras, absorto en la melodía que grabó en mí tu figura.
- ¡Vuela conmigo! ¿no te produce miedo la infertilidad de tu alma?
- Frente a proyectos de vida que se condensan en sueños fugaces, pantallas liberadas y libros enceldados, pájaros privados del cielo y la dignidad de verte, el escepticismo de cara al trajinar moderno lo resguarda. … ¿Cómo pueden emanciparse llorando criaturas como vos entre tanta virilidad suelta?
- La libertad brota desde adentro, es la piedra angular del autoconocimiento y en esto coincidimos. Basta concebirla en el espíritu y ser perseverante… su emancipación es tardía pero al fin, dolorosa, la flor se libera. Pero no intentes dispersarme, ¿qué te ata a esta tierra?
- Puedo desligarme del sueño limpio de ser padre dado que considero que el mundo, descuidado y maltratado como está, no se encuentra en condiciones de cuidar, regar y proporcionar suficiente sol a mi renacimiento. Yo en cambio puedo transcurrir, a esta tierra no pueden encadenar mas que la carne… la gente cree verme cuando en realidad vuelo hacia el interior de mi pensamiento que incansable te busca.
- ¿Y cuánto me necesitás con lo mucho que te querés?
- Más que la luna del verso lobuno y el firmamento del vuelo de las aves. Con sólo decirte que cuando me alejo de ti sufro una conversión metafísica. Sobrevivo entonces como dualidad absoluta, cuerpo terrenal y alma celestial que busca sobrevolar tu universo platónico. De suerte que aún sabiéndote lejos mi pensamiento te toca y la nostalgia con sabor a nuez que te atesora y a tu imagen obedece hace que emerjas entre lo incierto, aparente e inconsistente del paisaje. Como la música que escucho, te abres paso con tu armonía en medio de la disonancia. A tu alrededor el mundo revela sus imperfecciones y se torna un lugar superfluo, sucio e inseguro; de ahí que la mayor protección la descubra en mi interior, jardín donde te conservo. Tiempo atrás, por asociar el infinito con lo recóndito de tu cielo, me arrugué por buscarte entre planetas oscuros y estrellas fugaces.
- Sin embargo de cuando en cuando te alejas y la gente te retrata sonriente como un querubín…
- Sé de tu llegada. El pájaro en cautiverio se acurruca en su cantar, mas nadie entreoye sus matices de lamento.
- ¿Y por qué extraña razón tu pensamiento se ausenta de ti durante la noche?
- Todo esclavo aguarda para escapar que se desplome la luz. Mi anhelo hacia vos es desmedido y se desboca a tal punto en el inconciente que tímido e inseguro de sí mismo, sólo se atreve a volar en la penumbra.
Hoy que para mi suerte la noche te presenta,  te encuentro y me descubro. Retorna a mí nuevamente. Hay una ventanita que me descubre cada vez que amaneces; una mano que acaricia mis cuerdas y entonces me escucho. Mi palabra cautiva se libera con el aclarar de tu presencia…por favor, no me abandones entre la gente, que la soledad se proyecta como una sombra fatal sobre mi destino.
                                                                                                                                   
                                                                                                                                         Febrero de 2002.


                                                                                                       

martes, 6 de diciembre de 2011


La flor del cactus se cerró para que no se le meta la luna dentro. De regreso contaron las estrellas que titilaban en el piso, recostada la sombra, escucharon los grillos silvarlos desde la misa de rosarios trazados en la altura. El silencio iba detrás de sus voces y ellos detrás de un borracho que pateaba un bombo. Los besos retumbaban en el parche del cielo. Pasaron riendo sobre el puente donde en lugar de agua corrían mulas tristes. Algunos chicos rompían piedras buscando  pecesitos esqueléticos que habían quedado boquiabiertos por ver la lava llegar miles de años atrás. Los tomaron entre las manos, en el aire, aletearon las primeras gotas de lluvia violetas, verdes y azules. Al llegar a la primera esquina la cuadra estaba inundada, treparon al tapial, las colas al cielo, y corrieron en cuatro patas hasta saltar al otro lado de la calle. No encontraron un hotel  y en el camino afiebrado de la noche, los árboles cuchicheaban con el viento. Las lechuzas que los vieron pasar los recordarán por siempre. En la redondez de sus ojos durmió aquella noche la cuna del niño que podrían haber tenido.
Se sentaron en las plazas donde habían querido besarse y no habían podido, por simplemente burlar el destino, los músicos tocaban canciones que iban a escuchar años después rodeados de velas eternas y vasijas de mil barros. Durmió solo esa noche sobre la piedra donde moría la luz de la ciudad, en el sueño de dormir abrazados y temblar de calor en una cama sucia y baja, que tendería el silencio con las manos de un viejo que peinaba su gallo antes de sacarlo a cantar. En el aljibe de la casa donde paraban dejaron caer dos no me olvides trenzadas. Las tardes amanecían. Los mediodías anochecían. El tiempo había trocado agujas por caricias en la risa apocalíptica del amor al borde del incendio, se hicieron cosquillas con los pies debajo de los brazos. La siesta tejía el sonido perfumado del arroyo colorado. Hundieron los pies. No dejarían en adelante mas huellas que las de sus cabellos al viento de los sauces, el tono de la voz afinando hasta el silencio, la mirada puliendo las piedras, arreando ovejas nocturnas sin doblegar los corrales de la humedad, habitando los espejos que en el cielo colocan los ángeles que siembran los rosales del ayer.

En memoria de un verano en Jujuy hace como seis años.