miércoles, 23 de marzo de 2011

A un hermano



Voy de tu mano Negro
creciendo en el árbol que se prende de tu pájaro
surcando paisajes con el eco de tu canto,
porque tu canto contempla los cantos bajitos de los pueblos enterrados
desde los hendidos en las cuevas dentadas de plata de Bolivia
hasta las tibias esmeraldas del África gritan con la fuerza verde de tu garganta
los arcoíris que mudan en flores
cuando los chicos que vimos crecer juegan descalzos
en el laberinto de nuestro pasado cuando nos conocimos.

Crezco en tu sonrisa Negro como el aliento
de un soldado al recordar a su niña
como una carta escrita a cada hora
incendiando cada minuto
sangrando cada palabra en el centro de la ciudad reseca
asesina de músicos y poetas.
No tenemos nada negro
nos tenemos a nosotros cuando estamos cada cual por su lado,
riéndonos con gente que mas tarde se encuentra entre sí,
sentándonos en los bancos de las palomas que se besan
en plazas perdidas
abrazándonos
con lo poco que sabemos de música
y de literatura
y de ser felices
y de reírnos como tontos,
qué felices somos Negro
cuando el atardecer se nos rompe en la cabeza
y al otro día no somos los mismos,

qué hermosura ver en la noche
las caras de los niños que nos llevaron hasta el río
aquella tarde a celebrar al fondo de una calle
a los muertos y a los vivos
y de Pedro esperándonos llegar
con nuestros amigos colgados de la alegría
para abrazarlos contra cada uno de nuestros pechos
en un silencio amistoso
y de los perros con su corta vida saltando el arroyo felices
para alcanzarnos y mordernos la sombra
antes que se estrelle contra la noche
voy de tu mano Negro
contra tristezas y vientos
empuñando la espada de tu canto.

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