viernes, 4 de marzo de 2011

La Tregua de Benedetti





En el día de ayer,
cerca de la noche y lejos de las estrellas,
apegado a la tierra con su raíz de flor hambrienta
aromando hasta último momento el mundo
los ojos del poeta vieron caer la luz
como una palabra soñada.

Y entonces su curiosidad por salir a jugar
en La Plaza de las Poesías
se detuvo como un niño
luego de escuchar el llamado de la Madre.

Y como buen poeta se fue
sintiendo que nada había dicho
a pesar de haberlo escrito todo
con su pecho de papel
sobre el cuero de la tierra,
un hombre a echado a andar sus palabras.

Cosas de enamorado.

No nos conocimos,
y sin embargo aquella noche
cada cual se despidió a su manera
de su mujer, de la tarde y del pueblo,

de los niños creciendo como poesías solitarias
en la noche en que el poeta descansa
o se destruye describiendo la nada
explorando ríos sin saciar la sed
y cosechando lunas que alumbran esperanzas
como un barco enfrenta la tormenta

ayer ha muerto un poeta,
y quien lo haya leído
hoy sabe que el aire es más triste
y el respirar mas difícil
Porque anoche la luna no pudo salir a brillar
con sus valcesitos de grillos metálicos,
y los hacheros detuvieron su infatigable hachar
quebrando la ilusión de ver brotar del árbol
un violín o una guitarra.

Porque se ha muerto un poeta
pero no sus palabras
que reposan sobre el alma de una viuda
que en su amada soledad
cierra sus ojos lentamente como un libro.


Porque se ha muerto un poeta
que no supo hacer mas que escribir
parado en una flor,
deshojando fantasías
mientras los pétalos caían
y las abejas volaban ayer,

se ha muerto un poeta
como todos los días.
Y esto solo explica porqué hoy la noche es sombría
y el cielo no se anima a celebrar
siquiera una estrella.

El mundo sabe parir
hombres humildes,
seres solidarios
blandos como panes.
Hambrientas palomas
de un cielo imposible.

Ayer se ha muerto un poeta
y quien lo haya leído
quizá sea hoy un poco más amable
o tal vez menos cobarde.

Cosas de enamorado.




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