martes, 22 de marzo de 2011

Colorado



A mi caballito, figura entre mis piernas. Con quien nos perdíamos en el silencio de la tarde para confundirnos en la sombra de un cuerpo que mas tarde se llevaría el arroyo.


Colorado

Esta noche que galopa entre estrellas invisibles y conjura tantos sueños de la infancia, te nombra en el silencio con tus ojos oscuros y traviesos. Te traen hasta mi tus movimientos de cola de viento. Viento que te sopló de mi lado y no supe más, sólo la nostalgia que a tu encuentro obedece y me lleva hacia vos siempre que vuelvo a ser niño, flor entreabierta vista desde lejos a veces soy cuando vuelo, abrazado a las piernas de mi mujer o en los brazos de mi madre, y esos ojos de gorrión en amores que no perdió mi hermano. Entre cariños te monto en la soledad del campo imaginario de mi infancia y me figuro claramente enamorado de tu paterna mansedumbre, de tu involuntaria belleza colorada, de tu cielo animal de pájaros apresurados al galope, solo recuerdos, sales en el mar de esta noche en la que no queda más que el intento de seguirles el rastro a ningún camino. Una invisible añoralgia te protege de mis manos que hoy les urge reencontrarte. Pero sólo el sol en cada nuevo día puede alumbrar como recién nacido. Yo ya me perdí. Hoy siquiera mi cuerpo es el mismo. Infame y traicionero el deseo de volver a aquel campito, pues los días suceden en mí como nubes y de volver solo lo quiero contigo. Los años crujen igual que hojas a desnudándome como un árbol frente a esta vida de otoño obligado. ¡Con cuánto descuido manejan los grandes el mundo sentimental de los niños!, te alejaron de mi lado y nadie dijo “permiso”. Yo tuve un brioso caballo al que adore cuando niño, hoy lo arreo entre suspiros, será que estará dormido en un silencio blanco, perpetuo, silencio serás destino. Y en vano silencio me nombras, en vano tiendes caminos, joven sin prisa camino y estas riendas son de lana, en eso aciertan los viejos. Aunque soy un aire vagabundo, un instante de deseo, piel de a dos, así me hicieron, me tejieron entre besos. Yo era niño de a caballo y guardo el brillo de aquel tiempo. De Quijote y Rocinante nada envidio y soy sincero, que así tenga en la memoria un libro de amores vulnerados por el tiempo, no los prefiero unicornios ni que aflojen frente al tiempo. Al final llegará el día en que veré marchito y estacionado mi cuerpo. Viejo sí me siento a veces cuando me miro a lo lejos. Aunque vuelvo en sueños de a caballo, al trote lento y de nube en nube buscando amparo en mi perdido cielo. Amigo de mi niño viejo desde aquí quería contarte esto. Sin querer cada día crezco y me deshojo sin quererlo. Voy llegando sin apuros mientras camino a tu encuentro. Podrás indicarme donde tiene latido tu entierro? Maduro tengo el amor, hacia tu verde recuerdo, verde el tallo de la infancia que te trae desde el silencio. Me queda la suerte triste, sonriente de todo viejo. De que vuelvas entre sueños y sólo en sueños pueda vernos. Es que tengo un niño y un antojo y es que vuelvas del silencio, para volver junto a mi padre contigo, brioso caballito, a caminar sin palabras ni valernos de caminos. Suelta la rienda y firme el cariño.

                                                                                                 Diciembre de 2004

No hay comentarios:

Publicar un comentario