Acaricié la noche más negra
arremolinada en torno a su ombligo
y fue como lamer la panza de la luna.
Apreté el corazón contra el filo de las estrellas
pero no la estrella de su corazón,
animalito iluminado y agraciado
cubierto de mujer
y pulpa de damasco.
Quizá fuera un jazmín o un laurel
el olor a león de su piel y a desierto de su aliento
su pelo de agua invitando a recostar el pecho
igual que nube en el monte
estaba su boca zurcida de orillas y selvas
mas ancha que el mar y cálida
igual que la sangre que en el patio arrastra el atardecer
busqué el sol debajo de su tierra y a su amor
qué chico le quedaba ese vestido
fabricado con cáscaras de luna
y sonrisas de las estrellas
mientras brillaban como arañas plateadas sus palabras
afuera, hombres o árboles vagaban
por las calles,
su cuerpo de vapor teñía la mañana
y se detenía en el corazón.
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