lunes, 6 de junio de 2011

El árbol del olvido




¡Ah compañero silencio!
¡esto querías y ahora lloras!
¡fusilar al amor!
Contra tu pared, rojos chorrean los sueños

al interior del agua que corre entre las plumas de los pájaros bajo la tormenta
o por la corteza de los árboles hacia el nudo de la tierra

¡remontemos barriletes mas allá de hoy, día de tormentas!
y asomémonos para ver estrellas genealógicas
a pesar de que sus ojos son aún raíz de los suspiros,
en la simple respiración se apagan los latidos del niño
que podríamos haber tenido y se agota,

el canto en la soledad del vino cosechado en estos meses
en que nadie ha roto el ala de la intimidad
de los domingos por la mañana,
se acaba el paseo de dormir con las riendas de su pelo corto.
Eterno ha sido el compartir en la cama el pan de los sueños con los perros.
Es el final de una larga esperanza.
Es la certeza de que no somos niños
y nos ajusta el tiempo con sus zapatos pequeños.

Tu corazón de espuma ha vuelto de sal el tiempo
en la curva orilla primaverada del canto del cuervo
dormiremos mañana, fríos, blancos, cada cual en su costado.
Mariana es feliz en su ininterrumpida niñez
y esto es una cosquilla en la planta de los pies con una flor,
con el árbol del olvido que crece desde adentro,
desde la garganta del fusil del silencio.

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