Esta soledad sin arquitectos, reglas ni parámetros
llegó una tarde de barro arrastrada por un río calmo,
era una vela traída por una viuda
con la mirada de un santo
un hijo riéndo en la noche
que despierta exaltado
por el extraño sentimiento de muerte,
el alumbrar una semilla antes del parto
con su canto de madera
el pájaro estremece al árbol
con su amor y humedad de enredadera
justo esta noche cuando la luna
delata al caracol iluminando su camino
brota esta hermosa baratija de flamenco
que viaja sin descanso por el mar desierto
sin testigos, sin distancias, sin aliento.
Esta soledad rosada y rauda,
hermosa y sorpresiva como un viento.
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