sábado, 5 de abril de 2014



Te tiro algunas líneas como quien arroja un calzón. Sólo te pido intentes editar el texto sin juzgarme, discutir con él en lugar de pensar quién lo escribió. Es un problema común en las personas, el discutir políticamente y pelearse con ellas en lugar de con el tema o la posición que defienden.  Verás que en el texto defiendo con el pecho la palabra puta que la sociedad me ha escrito sobre la espalda.
Ser una misma es difícil cuando por ser libre te arrancan las plumas. Los prejuicios, son cadenas de palabras. A pesar de ellos y con la profundidad de ayer, tus monos desnudos trepan por la arena de mi piel en dirección a la playa, y sacuden las palmeras mientras salgo a juntar leña para fosforecer la luna por mandato de los ovarios planetoides. Entre sombras y arenas urgentes olvido la vejez y proscribo la muerte. No existe color equivalente, siquiera termómetro capaz de medir la fiebre de esta vagina convertida en una enorme pitón que traga hombres enteros para escupir luego el pelo, las uñas y los dientes. 

Tengo que escribir un ensayo Ernesto y este sería el comienzo. Sé que es tormentoso,  perverso, y en exceso literario. Y esta es mi duda, quizá su contrario conduzca a una sociología del enfriamiento cuyo título se podría acercar al título Plática y práctica sexual o Didáctica del acontecimiento sexual, cuyo contenido contenga las variables y regularidades condicionadas del orden de lo colectivo. La acción sexual puede ser social pero la experiencia es mía.
Espero sepas disculpar el caos, reconozco extraer ideas de algo semejante no es sencillo. Pero ya no somos semejantes y estoy segura podrás ser un poco objetivo por encontrarte lejos.
Podrás leer aquí de mi tránsito por tu escuelita de formación. Quisiera te detengas especialmente en ciertas aserciones como las que se mencionan sobre el final, a mayor amor mejor orgasmo, y conversar el sexo es conocerlo, conocerlo es mejorarlo, etcétera.
Desnudémonos en un punto de acuerdo y coincidamos al menos en que la carne no admite caricias retóricas, y no es fácil hablar de sexo sin acabar en el prólogo o masturbarse con una autobiografía. A esto debe sumarse que para un ensayo de amor esta hoja blanca es una sábana vacía y carezco además del abc de los materiales: un colchón (llámese parrilla), una silla, y una mesa para saltar de la silla a la mesa, del colchón a la silla, los dos prendidos del ombligo botella de vino en mano.

Poco existe en esta vida que no sea aprendido por pretensión o con intenciones de enseñanza. Una es el sexo, otra los sentimientos. Las diferencias entre ambos obedecen al orden del prejuicio. El sexo se aprende de manera autodidacta por la tríada curiosidad, sensibilidad y reflexión.
Todo el mundo dice y hace amor, hace amor y dice sexo. Pero más que hacer y decir, siente. (A propósito, dudo en hacer uso de esa tierna y calentona palabra que nos cuelga de dos piernas trapecistas hasta dormirnos con inquieta suavidad sobre una red de ilusiones. El revólver del sexo y su disparo semántico apuntan en tu dirección Ernesto. Tengo dos bocas urgentes en un mismo cuerpo y a besos de distancia, dejame te diga nada provocaba mas enredo que me besaras por aquí arriba y te arrastraras luego hacia allá abajo, aquí arriba y allí abajo, aquí arriba y allí abajo. La fiebre entre sombras endulza los aromas y los matices se condensan en volcanes igualito a tus versos y poemas por desnudar.
Negro versero. Te conozco y sé cómo te gusta reír mientras me hacés cochinadas, te reís incluso de tu propio cansancio igual a un niño en un inflable rodeado de jirafas cuando la memoria de mi cuerpo se desata en lenguajes geométricos dentro de tu pelotero, tus dientes de león en la nuca y tus manos presionando sobre la cintura hacia atrás despacito, sin apuro permitiéndome abrir mil caminos. Lo fascinante lejos de lo explícito es lo oculto de un fenómeno de cuya impaciencia no se salvan siquiera los gorriones que dices en tu carta buscan mis entrepiernas.
Como imagen auditiva la palabra sexo es un verbo a vivir. Nombrarlo siempre es motivo de antojo, deseo, esperanza temblorosa de que en lo posible se concrete. Como el vino en un color, la punzada en la flor y la boca entre las piernas, el agua llama a la sed y la piel con piel se cura. En principio o al final, nos sostienen temerosos anhelos de verdad y la tonta certeza de que el amor no se reduzca a un pataleo.
Si bien el sexo en la pareja supone diálogo sincero y vincular con el objetivo de volver a educar los cuerpos al momento de encontrarse, la palabra sola no calma, más bien incita. El sexo no supone el diálogo, pero necesita de él para reducir la conjetura. Y para acortar caminos. Porque se lo seduce y desnuda desde la palabra. Por esto se lo descubre en la confianza, por momentos en la del hacer y otras en la del decir, a pesar de que siempre detrás de cada palabra se esconda una indecible realidad. Por esto abordar temáticamente el sexo en la pareja tiene un valor agregado: es pedagógico y “profundamente” formador. La contemplación y la pausa soterrada en la interrogación, secreta amor y compañerismo, sinceramiento y lo más importante, humildad. Sin humildad, no puede existir el acto solidario de amar.
Y en este trabajo de corrección y reescritura sexual algo se imprime en la piel. Por esto se debe ser prolijos si se pretende arribar a una superación donde la fundamentación teórica cede cuero al ejercicio. No existe otra manera de apropiarse del placer que nos comulga y la fiebre que nos sana. Por eso se vive y para eso se ejerce, porque como a todo aprendizaje o teoría le es necesario un campo de aplicación práctica. Lejos del cógito cartesiano "pienso luego existo" (¿será posible un coito a través de esta carta?), existo primero y pienso luego para después sí retornar al existir, momento donde nos creamos, recreamos y constituimos más que regulamos como “sujetos” sexuales. (En estas últimas tres líneas se expresa la fundamentación teórica que te mencioné al principio, tan lejos de lo que me atacaba en la planta de los pies con tus masajes después de cada vez. Perdón Ernesto continúo).
Debo plantarme además en el silencio y la suposición acerca de lo que el otro necesita, aunque el costo signifique en ocasiones privarme de la posibilidad de compartirlo. El diálogo como reflexión acerca de la práctica no solamente la problematiza sino además la rescata de su estatuto de verdad última. La experiencia se organiza desde el pensar y este acto se realiza en la palabra. (Tus preguntas siempre me hicieron feliz, tu tardío terminar para yo poder repetir mi alegría en cada temblor. Vos sabés mucho de hombres y por eso sabés cómo tratar a una mujer. Y no me refiero  a tu poder de oír con la punta de los dedos).
Nada más sano que dispararlo temáticamente en la pareja. Conversarlo es conocerlo, conocerlo es mejorarlo. Como las manos despejan a la piel de toda ropa, la palabra sana de toda duda.
La mejora mencionada con antelación potencia el placer. (¿Qué decís?, ¿te parece Ernesto que  debo profundizar en esta última palabra? ¿Coincidís en que a mayor amor mejor orgasmo?). Porque el sexo para vivirlo plena, profunda y sanamente necesita de confianza, o sea de amor ¿no?, y que no puede separarse de la vida si la misma quiere ser dada. Y esto es lo más importante que el otro puede tomar de uno, la entrega sincera, el cuerpo que se toca y el alma que se anima cuando se pulsa donde se debe. (Ojo que no hablo aquí del botón de la confianza quien tiende una mano segura para que al ser amante me sienta amada). Los que se conocen se aman y tejen telarañas de vapor alrededor de las alas del otro. Sólo entonces liberado a la confianza el cuerpo habla sin palabras.            
Cómo cuesta nacer de nuevo en otro cuerpo Ernesto, en otro compañero que no seas vos, porque para amar de nuevo es necesario renacer, acompañar, amar y danzar una coreografía que se anticipe a los compases, donde la música del hacer es querer decir. Decir. Desnudar el deseo con el objetivo de conocerse y donde obsequiar es compartir.

Te repito y espero Ernesto sepas disculparme el enredo pero es cosa de piernas. Sé que extraer ideas de un texto semejante no va a ser sencillo. Pero no somos semejantes y estoy segura podrás ser lo suficientemente imparcial. A pesar que este no es un texto escolar como los que estás acostumbrado a corregir en Contenidos Educativos, hay mucho aquí de tu emplumada y cuadrilátera escuelita de formación. Y no hablo aquí de la escuelita de formación latinoamericana Carlos Mariétegui que organizó el Frente Darío Santillán aquel enero del 2011.
Acerca del compartir, doy gracias al dios del amor de poder aún compartir(te).


                                                                                                                                      Ana.

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