martes, 10 de abril de 2012

Carta de Ana número 5




Este es Ernesto cuando tiene sueño. ¿Como estás?, quería invitarte a pasar el día de mañana, tu mañana y mi mañana en Colonia. El mañana en medio nuestro como un niño tomado de la mano. Te invito a hacer un mañana juntos, ¿qué decís?, caminamos y sobre el espejo de los pasos emprendemos la vuelta a la hora en que mudan de color las alamedas. Si me decís que no, tengo una propuesta mas sencilla. Te invito a rascarnos con un árbol y que se vuelen los pájaros y cual patos pero al revés, lavarnos las espaldas en el río que respirarán los peces en el momento en que se anuda al mar. La sal, viaja de adelante hacia atrás.
¿Sabías que los recuerdos duermen en relojes de un tiempo que aún no pasó? Aunque sepamos que el camino es inverso, digamos que el asombro nace de la superficie de los objetos y se deposita en el fondo del estómago. Las cosas no son, las cosas se digieren. Siempre me juzgaste por mis palabras, mis palabras que eran el sentido del miedo. Aunque sepamos que ocurre por lo que llevamos dentro, digamos que se debe a la maravilla de las cosas sentirse tan intensamente en compañía a pesar de que se esté en soledad, está comprobado que al interior de su campana suenan mejor las canciones y palabras. 
¿Alguna vez saltaste la soga con el arcoiris? Dame la mano, la lluvia está cerca y como dice Scorza, estar separados es que la lluvia que me moja a tí te deje seco.
Caminemos hasta que nos cubra el mármol rosado de la aurora en la siesta de las mariposas que nacerán bajo la piel de la tierra, siempre habrá motivos para la sonrisa si justificamos cada encuentro con el toro de la amistad que la circunstancia nos pone en el camino, nuestra inevitable misión será saltar cada noche de estrella en estrella hasta dar con la soledad de hombres y mujeres que revuelven papeles en una caja oxidada a la espera de que un índice levante el mentón, disculpe, ya es suficiente, las malas muecas sólo se doblan con sonrisas. 
Ernesto, ¿quién puede entender esta inclinación hacia el margen de lo invisible, esta disposición a la melodía compartida que crece pluma a pluma en la intimidad de sábado a la noche y domingo por la tarde cuando el gris deja caer la lluvia como una pollera?, replico la frase solterona de tu última carta, que nadie interrumpa mi domingo de lluvia por la tarde, su lavar de hojas, su doblar de yuyos viejos para que crezcan los de abajo tendiendo brazos, su renovar de rostros ocultos en el espejo, su perfumar la tierra para que nos entre por la nariz como una raíz que se comparte por las ramas donde descansaremos juntos.
Este aire espeso que pasa de boca en boca nos hermana con el mundo.
Te envío ahora una foto del Negro Sultán cuando se dormía parado esperándote y en la próxima carta una foto de playa Ferrando para que veas que en Colonia el cielo usa un árbol por pincel para pintarse la panza. ¿Qué hacés?, ¿venís? Vos mismo has dicho, hay momentos por compartir que no sabemos qué jardín nos depara, que se descubren con un poco de animarse y otro poco de tiempo.

Ana. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario