Ernesto, mañana será otoño. Es una evidencia en los árboles y en el viento que se anuncia con aires de vos y sin querer evoca tu aliento, aroma de aves en curso y hojas secas olor chocolate. Hace tiempo escapo a esta hoja en blanco que apunta con su vacío impune. No me defino por la primera palabra, pero si debiera elegir una, elegiría soledad. O mejor alegría. Están cerca porque una es estar conmigo y la otra estar juntos, volar sola feliz, o hacer nido feliz. O sea feliz de todos modos porque en soledad, también te llevo conmigo. Escribir sirve para hacer memoria. Releí esta mañana un texto tuyo:
... esta es la hora en que la ropa se marchita en el suelo y yo comienzo a echar raíces por tus flores. Las estrellas se arrebatan por querer mirar por la cerradura y preguntan ¿qué hay del otro lado que se asoman plumas?, y los grillos pestañean y se encienden las orugas, y sueñan los sapos con hacerle el amor a las jirafas y echarse a masticar alitas de mariposas panza arriba de los camalotes. Como viaja el amor con el hombre a cuestas.
Y yo te llevo conmigo. Se trata de palabras que te nombran sin nombrarte y si esto fuera lo único que escribiera en esta noche que estrella tu rostro contra el cielo, apuntarías tu sentir en esta dirección; estoy segura Ernesto, sin animarte a decir algo tan pequeño como mi nombre, apuntarías tu sentir en esta dirección. Guardo la esperanza de que vas a llegar cada vez que te reclamo desde el silencio con esta boca seca de tan urgente de vos. De solo pensarlo perdería el recelo de los pájaros que vuelan cerca de dios y se aman sin prejuicio entre las nubes sobre esta tierra donde los viejos nos enseñan que el amor aún existe.
Aunque si todos los cortejos no me aseguran tu clara presencia
durante los días que me quedan por vivir no intentaré siquiera sentir el deseo, de ser una
amante eterna o estar a tu lado, lo
mismo da; concederme las dotes de un dios pequeñito que busca
omnipresencia en tu celeste o un silencio entre tus piernas. Estas
palabras que te intentan expresar ahí quedan, tan desnudas como
dispuestas a ser ordenadas a tu manera ante tu
inevitable lejanía que nunca sabrás como se siente acá abajo, acá abajo tengo un capricho constante de que me toques con esas manos de
remedio que me sanan.
Estoy segura que este
amor nada tiene de ejercicio. Me crucé en el camino con otros ensayos que
deparaban este cielo de algodón que es tu cuerpo, esta tierra de
aventuras vividas mañana (y pasado mañana hasta el fin de los mañanas ), donde florecen y se abren las cosmogonías de tu piel. Me perdí en tu
cabeza llena de versos y tu boca de papel de besos estrellados... y
en el paisaje que recubro con tu piel y en el que se muda y
transfigura mi vida entera si al rededor revoloteas, o tormentas
de suplicio si te vuelas. Entonces, pierdo el rumbo caluroso que
emprendí un día soleado de miradas aquella tarde santa de enero.
Por
el cielo que me lleva en sueños hacia vos se abre una paloma que podría ser yo. Se la ve dispersa y perdida en un recuerdo, sombra cernida de soledad, ansias de vos y de tu piel de plumas.
Vuela de cara al sol como sabe hacerlo la mariposa obligada a mover
las alas en un vuelo que no quiere enterarse, puede ser que la lleve a fallecer levemente
en el intento. De
seguro me quedo con esta mujer que soy desde que estás en mí. Tuve
un nacimiento sin prisa y dado a luz por tu ritmo suave de palabras y caricias. Podría
emprender una carta o un viaje hacia un horizonte un poco mas definido..., pero los sentimientos no admiten riendas... y la confusión es
tan grande... ¡estoy hundiendome entre tintas en busca de una palabra estratégica Ernesto!, más que una granada retórica esto estalla como el amor entre las manos, aturde como un orgasmo, y
no puedo pensar sin fusilarme el sentir salvo
que hablemos de bombardearnos con caricias de papel y verdades que
saben a tinta roja o intentar persuadirme que es posible no caer rendida ante tu boca de fuego y tu presencia infernal.
Cuando
me quedo sola me abrazo en busca de tus rastros,
tus calores me arden y espero el retorno de tu respiración que me reanima. Sos quien pasó y no volvió. La libertad de volar del
otro que estando tan lejos se siente tan cerca. ¿Como contenerla,
volverla a vivir? ¡Como hago Ernesto para que me pertenezca
el reloj en que bañabamos nuestras horas.
Debo
confesar a esta altura de mi verde andar que me es más ajena la vida
que la muerte. La vida y el movimiento, los vivos, todos pasan.
Kilómetros de tiempo y un cielo se abren hasta poder verlos. Probablemente
nunca pueda superar esto en que te has convertido, un temblor que me
ha vuelto inquieta. Pero me salva de tu ausencia ese recuerdo
conservado en el silencio. ¡Y cuan ajeno que es el mundo al mundo! A
la gente, qué le importa.
A
qué capricho sentimental responde esto del sentido de apropiación y
pertenencia de lo fugaz, si todo es tan veloz y tan ajeno. Si nada de
lo que aquí está y conmigo tengo podrá vivir mañana. Todos
tenemos nuestro caso, ese pensamiento que se vuelve recurrente. Y se
infla de amor a lo imposible, en ese intento por salvar distancia. Nada
sufro ajeno que no me fortalezca, y si bien no quiero adorar por ilusa, prefiero pecar de inconformista.
La
gente no lo nota Ernesto pero aquí estás, dormido adentro. Te abres mudo entre el
temblor de los días. Yo me clavo en tu silencio. Aunque en
esto de sentirte tan lejano, tan ajeno, me he acercado a paisajes internos,
buscando y rebuscando adentro.
No
me da igual te asomes o te escondas detrás del tapial de mi memoria.
Tengo la palabra “ausencia” en la boca y me duele como una llaga
inagotable, pálida y tremola de tiempo. A
veces, el dolor me juega en colores apagados y otros fuertes;
últimamente mas tristesazulespesimistas que utopistasamarillosoptimistas. Corro
hacia los papeles impresos y fotos de memoria y vida quieta para verte y
beberte igualito a un veneno, pero aún conservo la libertad de atarme a este teatro móvil en que se ha convertido mi vida, que
tiene de circo y farsa por que ha renunciado el guionista y así, se ha vuelto difícil arrematar con sonrisas de tinta
perdurable sin la luz de un buen motivo. No elegí quedar en
blanco a esta altura de mi vida.
Quería escribirte a mi lado un tiempo mas, no tocar fondo tan
temprano y sombrearme de vos a cada paso. En
qué excusada compañía se supone debo refregarme cada día como un perro para
espantarte. Donde acurruco mis ganas y desde donde te apunto, acuso y
ametrallo con preguntas sin salpicarme. Que se supone debo entender
para ser justa si justo cuando humanamente te busco humanamente te
pierdo. Por lo que me importa un reverendo recuerdo si sueno cursi
cuando grito desde donde puedo que te extraño.
Espero
adivinaras cada plumita de amor y asombro que te guardaba cada vez
que te apuntaba. No creí que ibas a volar cuando calladamente más
te necesitaba. Si tan solo por un soplo te acercaras para mirarte,
podría verme amanecer entre sonrisas y serías, sin serme, más
propio. Anoche llovió pero hoy ya salió el sol. Es veinte de marzo y no me la creo que mañana se muere el verano.
Ana.
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