miércoles, 12 de septiembre de 2012

Pelo rojo


Pelo rojo catarata porqué te enredas en las agujas del reloj
detienes la sangre del tiempo 
envuelves el cielo de esta manera
y techas los pueblos con pájaros en cuya voz corcovean caballos
si ya bajo los brazos de Vicente Rojo dos fusiles se quebraron con gritos de plomo

por defender su república durante la guerra civil
tus dos rodillas se doblaron en las costas del faro que se levanta mas allá de mi ombligo
Cuba es una herida solitaria y volcánica pues ningún otro país la siguió
sino que todos los países elegimos el camino de lastimarnos hacia adentro

aquí está también la explicación de tu exilio y soledad Vicente   
que con tu partida adornaste las aulas de Bolivia  para regresar
callado y mas viejo con flores a Madrid
en el ‘58
otro Vicente Rojo esta vez mexicano se desnudaba
con su pintura figurativa  quizá para orientarse
en la oscuridad caótica de este mundo gris bañado de marionetas con pantallas en las alas
te encontré igual a un pintor gracias al juego de colores y geometrías

logré orientarme en estos tiempos en que el verdadero matiz de la locura
devela los engaños 
es necesario pasar por demente y sostener el corazón crepuscular 
ser distinto frente a los espejos de carne sin pared que se ríen
ser distinto
porque los iguales no transforman el mundo aquí

danzan las aves al interior del frasco ensangrentado que es el cielo
y el mar rojo se inclina hacia las costas occidentales de Arabia
en tu novela Rojo y Negro Julien Sorel
comprendo ahora tu frágil deseo de ascenso 
al trepar hacia la boca atardecida de floripondios
baja por las venas el color de los telones transparentes donde te escondes

detrás de la frontera de un sueño lento
disminuye el tono vascular periférico
pero se paran los Guardias Rojos cuando Mao Zedong deja caer sus párpados
para vaciar los ojos de dólar a Washington luego de arrancarle el pico en Vietnam
not ie 

aún no me rindo simplemente callo mi boca con tu piedra estomacal atada
a las alas del paraguayo Liberato Rojas derrocado por su propio partido
ellas guardan algo tibio aún y no es sólo tu voz
tampoco tu campanilla genital
que suena en el silencio de este rojo rincón de la historia que supo opacar
un venezolano pintor Cristóbal Rojas con el infame ladrón de Cristóbal Colón

reivindico su calavera sin sal 
su mar sin carabelas
la tinta que abrió sus piernas para que pueda parir dos libros
La muerte de Girardot y El purgatorio
de este país de pulso acelerado con nombre de metal y flor en que te escribo sin respirar
reivindico tu cabello rojo catarata.
Atardecer. 

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