lunes, 17 de septiembre de 2012

No existe ese azul llamado tristeza. No busquen tal cosa.
Los ríos no se distraen en dar de beber a tu espalda
inventan nubes y tormentas
en los picos de los pájaros se aprietan nidos, frutas, paisajes de agua,
no necesitan para volar escribir la palabra libertad
sino que rompen la copa del árbol de cristal como alegría entre las manos.

Porque mientras los hombres pierden tiempo en salarse el ánimo
la madera cuenta los años de su alma en anillos de madera
giros de luna alteran los mares y dirigen las ballenas
trazos de estrellas encienden planetas de polvo
otoños y primaveras hierven en volcanes de palabras
veranos e inviernos bocetan el destino de las abejas.

Cosa muy distinta es que el mar esté lejos, ella esté lejos
el mar rodée su cuerpo
con su brazo de fuego azul
y en sus ojos de mar, lejos
naveguen barcos muertos

dentro de uno de ellos, lejos
un hombre se ahoga en la boca de una mujer.
Porque es aquí donde se pueden olvidar los sueños,
perder los zapatos y hasta la historia del mundo
es un hombre dentro de una mujer y así sucesivamente

los barcos lanzan redes tejidas con su pelo
contra el hambre y el viento
silencioso laberinto de niños que flota
en el mar cotidiano que llevamos dentro
el sol hierve
en los ríos azulados de su mar
en la cuna de su pecho circular
no existe la tristeza, vean,
yo les presto esta mujer con que sueño para que rían con ella.

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