jueves, 13 de junio de 2019

Un temblor en las pestañas. Un estallido de pétalos.

¿Qué es un beso? ¿Un tren dentro de un libro? 
¿Un trébol en el ombligo? Es algo más simple.
Es el parto de un elefante en un cementerio un día domingo. 
Un farol en un nicho y el mundo, alrededor, indiferente. 
Un juguete rojo en Medio Oriente. La resistencia.
Un colibrí en cada oreja mi nariz en tu planeta.
La ficción de la inmortalidad, el sueño de un faraón.
Un ciclón por la nariz haciendo volar caballos.
y en el pecho, galopando, una bala de espuma.

¿Y entre las sombras? ¿Entre labio y labio?
Tu voz: el aliento de una flor cortada con los dientes.
Tu lengua: una granada de ternura: un gato en celo bajo la luna azul.
El silencio de irme por las ramas de tus manos
bajo esta lluvia de sol sin testigos
dentro de tu boca donde guardo mi infancia callada.
Como un espermatozoide en un óvulo incendiado
como una bruja desaforada.
Un ratón a cuerda un submarino a motor un tren eléctrico soy,
una multitud de perros destetados en procesión por tu garganta.
Y aquel tío loco en una foto gris
apartando los cachorros para chuparles las tetas a la madre perra soy,
la boca en tu teta salvaje sin dueño ni horario.

Quizá también un patio verde agitado en primavera, ropa blanca.
Nubes de plomo y el conurbano en el cielo matándome el bebé.
La enredadera en el rostro de la ventana en otoño deshojada soy,
un mapa de venas infartadas 
y del otro lado vos y yo agazapados en la eternidad. 
Bebiéndonos la sangre chupándonos hasta los huesos. 
Rascando las semillas. Lavándonos los surcos.
Aplaudiendo como los pájaros el atardecer con las alas.
Hablándonos al oído y a los poros estas palabras en la cama 
mientras flotamos en el futuro. Pulpos escribas pulpos ignorantes. 
Escarabajos escupiendo talco a los pies de Júpiter.
Despeinándonos las plumas con los dientes.
Tus dientes esqueletitos de pájaros. 
Tus dientes dráculas de pan, doncellas de leche
hundiéndose en mi cuello a la distancia,
latiendo a orillas de tus labios loco por morir estoy,
presente cuanto más desaparecido.

Y estos ojos de mi padre en la pared. 
Espejos en la espalda del sol.
Llamándome, siempre llamándome pero yo, 
criado con azúcar y puchero en las orejas
copulando con los locos y las locas huyendo siempre de las malvadas y malvados
vi a mi hermana comer tierra en busca de lombrices y mi hermano, caracoles, 
si mi madre siempre habló más con las plantas que con las personas.
Cantaba a coro con los malvones.
Porque las personas perdieron la raíz.
¿Qué se podía esperar de mí? Criado sin televisor en el comedor
A los seis un disco de Sting. A los siete uno de Queen. Claro.
Hoy mi hermano hace el amor con un violín.
Tiene grillos en la cabeza. Nada del otro mundo.
Mi primer coma alcohólico fue a los cinco años. Me lavaron el estómago.
Pero no pudieron lavarme la cabeza. ¿Qué voy a hacer?
¿Distraerme para no pensar? ¿matarme para no morir?
Loco sí. Cómodo jamás.  

Si apenas sabía caminar y ya andaba chupando uvas
cazando abejas a piedrazos buscando mirar las flores a los ojos.
Empalando tábanos con ramitas de pino. 
Crucificándolos. Crucificándome.
Y cuando aprendí a caminar fue para levantar faldas y alcanzar la fruta
y cuando escribí siempre fue pensando en tu orgasmo. 
En el tajo de luz entre tus piernas en medio de la noche.
En el temblor de la gota en la punta de tu rosada estalactita.
Chupándole la nariz al unicornio asomando de tu ostra.
Tu orgasmo estallando en mi cara como una estrella de pólvora.
Como un cardumen de mariposas marinas
guiadas por el rayo oculto dentro de tu ovario.
Una copa de vino una cereza un corazón.
Y ese reloj del insomnio vibrando en tu teta izquierda.
Reduciendo a polvo mis soldados de fuego.
Enfermos de humedad. Moqueando. Volviendo a tener fe.
Arañando las sábanas boca abajo queriendo escapar gateando apenas
nadando en la estratósfera enredándote en tu propio pelo.
Creo un perro de guerra no sería capaz de lamer tanto tu herida 
como yo siento ahora mi fusil en tu boca.

Cierta vez recuerdo haber despertado a mi madre en la noche
En un grito siglos atrás.
Fue buscándote aunque no te conociera. Aunque nunca te hubiera visto.
Gritando me voy a morir. Te vas a morir. Todos se van a morir.
Preguntándome dónde es que mueren los pájaros.
¿Alguien sabe dónde van a morir los pájaros?
Resucitando en el viento. Enamorándome de las novias de mi padre.
Y pensar que todo empezó con la pregunta ¿qué cojones es un beso?
¿Un bosque, un hipocampo? ¿El recuerdo de esta tarde en que no estás conmigo?
¿Una Revolución? ¿Un volcán? ¿Tener un hijo? 
Mejor una hija. ¿Lamerse? ¿Curar?¿Curar a todos los niños? ¿Sufrir? ¿Callarse? 

Esperar. Encontrarte. Volver a besarteamar aunque nos desarmen.
El destino ineluctable de Latinoamérica. Un toro de ceniza en el corazón.
Mi madre cantando en tetas con perlas en los pezones y yo corriendo detrás.
Los sapos huyen. Llegan a África.  
Viéndonos cómo vos y yo nos miramos, sueñan y hacen
(porque no hay otra forma de hacer), el amor con las jirafas.
Lo encontré. Es eso. Un beso es una jirafa y nosotros parados en la punta 
queriendo alcanzar una tercera teta luminosa para cocérnosla en la frente.
Morir y no enterarse. Eso es un beso. Que te pase un tren por arriba. 
 


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