Tapar tu cuerpo de papeles y procedimientos
durante diez meses Marita, cuando la respuesta estaba premeditada,
minuciosamente deliberada, no nos salvará del hueco de sal en que vertimos el
silencio acostumbrado a prostituir nuestro amor por la justicia.
De aquí la noche, la noche de navidad que se
nos viene y el año nuevo que nos espera, será la infinita noche de miles de
mujeres en cuartos oscuros incluso durante el día. Allí despertarás Marita, una
y otra vez en las mujeres hermanadas por el dolor intransferible y el espanto
violento que incluso con una sonrisa salen a ganarse la vida ya no en los
clasificados, sino en las colecciones de casas y bares que todos sabemos
funcionan en la ciudad como extractores de semen y violencia capilarmente
organizada por un sistema económico que viste la pobreza con hermosos
vestiditos.
Porque el consumo nos ha
despellejado la ternura y tu cuerpo, es el precio del mundo feliz en que
vivimos al interior de la tele, circunstancialmente al pasar por un kiosco y en
las tiendas donde se agazapa la domesticación de que tu muerte, como el dolor
invisible de la vida de tantos, nos resulta ajena.
Desaparecida como estás
Marita, eres el rostro de las mujeres vivas que esperan a que millones de
adolescentes pierdan su virginidad en un cavaré. Incluso la síntesis del culto
enfermoinfantil a la virginidad y el modismo genérico en que se ha educado por
igual a hombres y mujeres, de estigmatizar a las mujeres cuando intentan
ejercer la libertad de los hombres para que en lo sucesivo, la palabra puta se
instale en lo cotidiano, aprenda a caminar en la palabra, y se silencie hacia
la práctica de someter a la mujer sin que la sociedad apenas pueda
percibirlo.
La educación en la
violencia, siempre, históricamente, fue más delicada y sutil que la enseñanza
en el amor. Este y no otro, es el motivo y la raíz de cualquier injusticia,
porque cuando realmente algo duele, se lucha por ello, por ella. Por Marita.
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