jueves, 16 de agosto de 2012

El arma bajo el ala

No basta con el aliento para enrojecer el otoño o amarillar el invierno, es necesario reír con los dientes, hincar las espadas al juicio sutil del ojo que tiende la trampa. Es el pan duro que tenemos la ventaja de morder. Nuestro poder es la invisibilidad, la raíz que da de beber al fruto crecerá desde el estado marginal hacia el centro por el trabajo cotidiano exento de la chapa fría del curriculum que justifica la ficción de los papeles. Es sabido que quienes cavan zanjas se hunden en el hambre y quienes tienen la suerte de estudiar muchas veces conducen el trabajo hacia el sueño de subirse a un auto volador. El techo del hombre es bajo. Es a veces, comprarse una casa cuyo costo es la prostitución de su propia ideología o peor, de su alegría. Que no nos distraigan. Nuestros pichones no tardarán mas que el viento en crecer. Porque la tragedia del hombre es el tiempo cuya cuerda no es girada por la mano que nos dieron para vencer, los plazos, las edades a que debe ajustarse la alegría, los partidos que nos hacen jugar sin traspirar la camiseta, los proyectos reducidos a obligaciones que estamos obligados a leer, las tintas que replican las historias de una suerte de pasado rendida a nuestros pies aulla de dolor como una bestia indomable. Para quebrar el proceso es necesario sembrar el camino con las cosas que mas cuestan y que son las que mas nos hacen crecer. Toma por el cuello la sangre que no da de beber mas que al fantasma con que te intentan disfrazar desde la mañana hasta matar el día. Entierra lo heredado que no sirve a tu tierra, sé tu propia lombriz en la oscuridad y no levantes la voz para decir que estás tragando mierda, sino transfórmala en silencio en tu propia cáscara. Busca tu espina y clavátela como si se tratara de un pincel, hecha a andar con ella dentro para endurecer la piel. Ahora tu paisaje logrado es de piedra, tus caballos no se bajarán de este carrusel. Serás hombre o mujer entre sujetos con el mejor de los cañones bajo el ala: la sonrisa como flor de la tragedia por no escuchar llorar mas que a los pájaros a quienes pones en las manos las riendas del cielo.

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