martes, 31 de diciembre de 2013








Amar en los caminos

Esta no es una historia triste. No reclama violines ni espera ser leída con aires de humedad. Como todo lo que parece destino es la historia de dos hombres uncidos por el azar. Ocurrió que un día al salir del pueblo el miedo a morir a distancia los sorprendió con un grito.


El miedo simple y nunca dicho acurrucado en el adiós explicaba cada encuentro entre estos dos amigos del destierro. Acaso porque sólo en la soledad de los campos Dios se anima a levantar su pollera y a cielo entero desnudarse en estrellas, también en la noche los sapos salen a cantar a pesar de su histórica fealdad. Será que por esto es extraño ver a un hombre llorar si no es a solas con su soledad.


Porque la noche es un ensayo de muerte o esta multiplicación de días 

en perpetua luminosidad la obligación del hombre con sí mismo
es quererse en improvisados caminos y echar a andar
y la incondicionalidad de hombre a hombre
o mujer es no mentir al sol u ocultar la piel de su flor.

Por esto no se trata esta una historia triste y de ninguna manera pretende estar escrita con tintes de sal. Porque los sentimientos sinceros entienden de distancias

de quererse en la tierra como transitar el cielo sin dejar huellas
de echarse y dejar andar.






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